El Captagon -cuya dosis viene a costar entre 5 y 20 dólares- nació inicialmente para que se colocaran en sus fiestas los niños bien de los países del Golfo Pérsico. Pero hace ya tiempo que ha encontrado un nuevo y enorme mercado en Siria, hasta el punto de que ese país se ha convertido en su primer productor y los milicianos embarcados en la guerra santa, en sus principales consumidores.
La 'droga de los yihadistas', como ya ha sido denominada, suele emplearse de manera oral. Pero también puede inyectarse. Las jeringuillas encontradas en las dos habitaciones de hotel en las que se alojaron los terroristas de París antes de cometer los atentados podrían haber sido utilizadas para preparar los cinturones cargados de explosivos con los que seis de los terroristas se inmolaron tras cometer los ataques. Pero también podrían haber servido para que se inyectaran Captagon.
"Es un estimulante que genera una ausencia de dolor y de empatía", ha asegurado a la prensa francesa Dan Velea, psiquiatra especializado en adicciones. "Aunque en la mayoría de los casos se consume en forma de comprimidos, también se puede inyectar por vía intravenosa. En ese caso el resultado final se multiplica y es más rápido".
Las jeringas encontradas en las habitaciones alquiladas por Salah Abdeslam se están analizando y deben determinar si los terroristas estaban bajo la influencia de drogas en el momento.
Sintetizado en los años 60 como psicofármaco, el Captagon se prohibió en los 80 por la Organización Mundial de la Salud por crear dependencia. Según un informe de la Organización Mundial de Aduanas del que se hace eco el diario 'Liberation', en Oriente Medio las capturas de esta droga en los controles fronterizos pasaron de cuatro a 11 toneladas de 2012 a 2013.
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