MADRID.- Lucio Ángel Vallejo Balda parecía transformado. En los últimos meses quedaban pocos rastros del sacerdote de modales exquisitos que sonreía cuando le mencionaban los apodos con que aludían a él en España: "el contador de Dios" y "el gerente del Papa". Finalmente, el fin de semana pasado fueron a buscarlo. Eran gendarmes del Vaticano. Y él era el hombre que había traicionado al Papa, el "cuervo".
A Vallejo lo arrestaron como acusado de haber filtrado documentación secreta con datos escandalosos de las finanzas vaticanas y grabaciones encubiertas a Francisco.
Lo encerraron en un cuarto sin rejas del Cuartel de la Gendarmería, frente a la Casa Santa Marta, donde vive el Papa. Quedó marcado como el topo del VatiLeaks II -el "cuervo"- expuesto a una condena de hasta cinco años de prisión y descarrilado de la carrera en la curia que lo obsesionó a partir de su traslado a Roma desde la modesta diócesis de Astorga, en el norte de España.
Hace dos años Vallejo presumía de haber conquistado la confianza de Francisco. Se permitía guiños de complicidad como cerrar sus e-mails con una clásica expresión bergogliana: "Rece por mí".
El Papa lo había nombrado en julio de 2013 secretario de la comisión que creó para reorganizar la estructura económica y administrativa del Vaticano (la Cosea).
Vallejo, de 54 años, es un contador autodidacta, aficionado a la informática (iba siempre con un iPad bajo el brazo) y adscripto a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, intrínsecamente ligada al Opus Dei.
Hasta 2010 daba misas en pueblos aislados de León y Zamora. El "padre Ángel" actuó también desde 1989 como tesorero de la diócesis de Astorga, poco poblada pero con un vasto territorio en el que se levantan 1200 templos.
En su tierra le decían "Richard Chamberlain", por el actor de la serie romántica El pájaro canta hasta morir: mide un metro ochenta, es buenmozo, seductor. Lo recuerdan como un gestor eficiente, intervencionista, afecto a la innovación financiera. Una tendencia que lo metió en tormentas, como haber invertido 300.000 euros de la diócesis en Gescartera, una sociedad que protagonizó una estafa gigantesca en 2001.
Persiguió siempre el reconocimiento público y lucía sus gustos refinados. En 2007 compró dos terrenos en Astorga y mandó construir un chalé estilo Le Corbusier que ganaría un premio regional de arquitectura.
El primer salto en su carrera llegó cuando lo reclutó el Episcopado para trabajar en la contabilidad de la Jornada Mundial de la Juventud que se celebró en 2011 en Madrid. Antonio Rouco Varela, el cardenal ultraconservador que dominó durante años la Iglesia española, quedó encantado con él. Lo recomendó cuando en septiembre de aquel año Benedicto XVI le pidió un nombre para asumir como secretario de la Prefectura Económica del Vaticano.
Allí viajo Vallejo y se instaló en un departamento adornado con cuadros que les regalan a los papas. Soñaba con ser obispo. A algunos amigos llegó a anticiparles una supuesta fecha para la ordenación.
La llegada de Francisco cimentó su ambición. La designación en la comisión para revisar la situación económica del Vaticano auguraba más ascensos. El cargo le abrió el acceso a una mina de secretos sobre el dinero de la Iglesia. Y poder para intervenir.
Él fue quien contrató en ese ente a la relacionista pública Francesca Chaouqui, detenida la semana pasada y luego liberada en el caso de las filtraciones.
Cuando en febrero de 2014 Francisco decidió crear un "Ministerio de Economía" vaticano, Vallejo anunció en medios españoles que él sería proclamado secretario, un virtual número dos del cardenal australiano George Pell.
Algo se rompió entonces. ¿Le molestó al Papa la indiscreción de proclamar su nombramiento? ¿Pesaron los rumores que ya circulaban sobre la megalomanía del cura español? Lo cierto es que el 3 de marzo el Papa formalizó la estructura y colocó a su secretario personal, el maltés Alfred Xuereb, en el cargo al que aspiraba Vallejo.
"Fue para él una decepción enorme", cuenta un sacerdote español que lo conoce bien. Vallejo dio una entrevista a la radio COPE de Madrid para disimular el papelón. Dijo que el puesto resultaba "incompatible" con su tarea en la Cosea.
El derrumbe terminó de desencadenarse el 27 de abril de 2014, el día de la canonización de Juan Pablo II y Juan XXIII. Vallejo organizó, con ayuda de Chaouqui, un banquete en la terraza de la Prefectura Económica del Vaticano. Invitó a unos 150 empresarios, periodistas y religiosos. Gastó 18.000 euros.
Francisco explotó cuando se enteró del festejo, en el que el sacerdote español dio la comunión con un vaso del catering. Al día siguiente convocó a los miembros de la Cosea y les informó que daba por terminada su tarea. Ofreció una misa, ubicó a su derecha a Vallejo y le agradeció "su profesionalidad, generosidad y devoción a la Iglesia frente a tantos desafíos y malentendidos".
Vallejo quedó en un limbo, indignado con sus superiores, denunciando por lo bajo complots en su contra.
Tras ser liberada, Chaouqui lo acusó de filtrar los documentos a causa de "los nombramientos que no llegaron". ¿Fue sólo una vendetta por despecho? ¿Se trata de un "cuervo" plantado por los enemigos de Francisco para desacreditar sus reformas? ¿O, como señalan algunas fuentes en España, llegó a creerse un justiciero al que querían silenciar?
Son misterios que acaso sólo él pueda revelar, ahora que le llegó por la vía menos pensada la celebridad que tanto ansió.
El papa Francisco sostuvo ayer que es "vergonzoso" que las personas vivan en situación de desocupación, precariedad y trabajo en negro, y se preguntó cómo es posible descansar en esos casos. El Pontífice citó como ejemplo a los empleadores que contratan gente entre septiembre y junio (excluyendo el período vacacional en el hemisferio norte). Después en julio, agosto y septiembre descansan y no comen, agregó en su discurso en la plaza San Pedro ante los dirigentes y empleados del Instituto Italiano de Previsión Social (INPS). No es justo tampoco -afirmó- "renegociar" la edad para la jubilación con "extremismos aberrantes".
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