El IS prohíbe convertirse en kamikazes a las occidentales que emigren a su califato y les reserva tareas condicionadas por su doble rol de esposas de yihadistas y madres de futuros 'muyahidines'.
En el asalto a un edificio de la ciudad de Saint Denis, el cuerpo de élite de la policía francesa se topó ayer con una sorpresa: uno de los dos terroristas que activó el cinturón de explosivos era mujer. La población femenina seducida por los cantos del autodenominado Estado Islámico (IS, por sus siglas en inglés) es una legión desconocida y cargada de clichés. El uso de mujeres en operaciones suicidas, sin embargo, no es una novedad. Cuando en 2006 el egipcio Abu Ayub al Masri se hizo cargo de Al Qaeda en Irak -el embrión del IS- y anunció la creación del Estado Islámico de Irak -un conglomerado de grupos unidos por su rechazo a la "ocupación" estadounidense-, una de las células establecidas en el norte de Irak comenzó a reclutar mujeres y niños para adiestrarlos y convertirlos en kamikazes.
l ISIS, también llamado Estado Islámico en Irak y el Levante (ISIL) y Estado Islámico (EI), se ha convertido en una de las organizaciones extremistas más poderosas del mundo. La principal motivación de su grupo es la creación de un estado Islámico, referido como un "califato", en Irak y Siria, algo que han intentado conseguir con matanzas masivas, secuestros y bombas. Esta es una cronología del ascenso del ISIS en la última década. |
Un año antes, dos féminas habían ocupado la primera plana de la yihad. Ambas lo hicieron en idéntica fecha, el 9 de noviembre. La belga Muriel Degauque -la primera suicida europea- se inmoló frente a un puesto de control en Baquba, al norte de Bagdad, tras un viaje hacia el extremismo que había transitado junto a su marido, un belga de origen marroquí que murió aquel mismo día cuando trataba de accionar su cinturón de explosivos. Una misión que también tenía encomendada la iraquí Sayida Rishawi saltando por los aires a unos metros de su cónyuge en el Hotel Radisson SAS de Amán. Para su desgracia, no pudo cumplirla. Algo se trastabilló y, bomba en ristre, terminó huyendo del establecimiento arrasado por la barbarie. Condenada a muerte, fue ejecutada el pasado febrero después de que el IS tratara de canjearla por el piloto jordano Muaz Kasasbeh, enjaulado y quemado vivo.
El historial del martirio femenino contrasta con las labores que aguardan a las occidentales que emigran hoy a los confines del califato proclamado por el IS a caballo de Siria e Irak. Una tareas centradas en su doble papel de esposas de los combatientes yihadistas ymadres de la próxima generación de muyahidines [guerreros santos]. "Las mujeres son clave para el proyecto de creación de un estado que tiene el IS. Representan la consolidación de ese estado y la habilidad para perpetuarlo y transmitir el idearioyihadista", explica a EL MUNDO Erin Saltman, investigadora del Instituto para el Diálogo Estratégico y coautora de un extenso informe sobre la presencia femenina entre quienes emprenden el camino al califato. "Las occidentales que se han unido al IS -detalla- presentan perfiles dispares. Tienen entre 14 y 45 años. Muchas proceden de familias acomodadas y están muy bien educadas. La mayoría, sin embargo, son jóvenes con edades comprendidas entre los 16 y los 23 años y hay un número alto de conversas".
También son diversos los motivos que alumbran la travesía. "Algunas sienten que necesitan ayudar en los esfuerzos contra el régimen de Bashar Asad. Algunas creen que es un deber espiritual y hay incluso otras a las que les atrae el sentido de la aventura y el idealismo que se desprende de la idea de ayudar a crear una sociedad utópica", agrega la experta. Unaalternativa al aislamiento y la incomprensión que padecen en Occidente que, de momento, se desarrolla lejos del campo de batalla. "No tienen permitido combatir y la realidad es que durante la mayor parte del día se encuentran atrapadas en el hogar. No pueden salir de casa sin el permiso de un tutor y cuando lo hacen necesitan un acompañante masculino", precisa Saltman.
Aunque algunas han hallado empleo en las fuerzas de seguridad o los hospitales con la función de controlar o socorrer a otras camaradas, la prohibición de enrolarse en la guerray firmar operaciones kamikazes como antaño ha suscitado el lamento de algunas emigrantes. En sus conversaciones con internautas ávidas de secundar su ejemplo, Zahra Duman -una veinteañera australiana de raíces turcas que llegó hace un año y quedó viuda poco después de la luna de miel- no oculta sus tentaciones suicidas. Cuando le preguntan por cuando habrá luz verde de los gerifaltes del IS para el martirio, Zahra -que fantasea con la posibilidad de disponer de "pistola, un par de cuchillos y un montón de granadas"- responde sin titubear: "No hay permiso de momento pero quizás un día, pronto, termine habiéndolo. No puedo esperar".
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