Mientras las encuestas daban por hecho que los escándalos que vinculaban a Donald Trump a comentarios sexistas y hasta misóginos terminarían restándole votos en el sector femenino, no contaban con que en agosto pasado el magnate neoyorkino había hecho una apuesta de riesgo: contratar a una mujer para que controlara las riendas de su campaña.
Se trata de Kellyanne Conway, una abogada nacida el 20 de enero de 1967, a quien el diario The Guardian ha considerado como “el arma secreta con que Trump ganó la guerra presidencial”.
Es la primera mujer que dirigió una campaña presidencial en la historia de las elecciones en Estados Unidos, y para quien ahora se augura un futuro promisorio a la sombra del nuevo Presidente a partir del próximo 20 de enero.
Forjada en las intensas mesas de trabajo del marketing y la elaboración de encuestas para asociaciones comerciales y compañías privadas –un gremio dominado por los hombres-, esta mujer de 49 años sabe lo que hace cuando visita los platós de ABC, CBS, NBC, PBS, CNN, Fox News, entre otros.
A más de diez puntos de desventaja con respecto a Hillary Clinton, y tras haber fracasado con sus dos Jefes de Campaña anteriores -Corey Lewandowski y Paul Manafort, ambos hombres-, en agosto pasado Trump decidió fichar a esta inteligente y hábil mujer.
Conway es coautora del libro What Women Really Want: How American Women Are Quietly Erasing Political, Racial, Class, and Religious Lines to Change the Way We Live, y esposa de George T. Conway III, uno de los abogados que batallaron por el 'impeachment' al presidente Clinton en 1998.
Antes de hacerlo para Donald Trump, esta hábil fémina, madre de cuatro hijos, trabajó para otros políticos conservadores, como el ex gobernador de Indiana y actual vicepresidente electo, Mike Pence, el ex presidente de la Cámara de Representantes y candidato para las elecciones de 2012, Newt Gingrich, los miembros de la Cámara Steve King y Michele Bachmann, así como las organizaciones FreedomWorks, Americans for Prosperity, Heritage Foundation, Asociación Nacional del Rifle y la Family Research Council.
De acuerdo con el rotativo británico, Conway le aportó un toque femenino a la campaña de Donald Trump y se destacó especialmente en la cobertura por parte del equipo republicano al escándalo de las grabaciones en las que el magnate le ponía voz a sus criterios machistas y misóginos.
Conway canceló sus apariciones televisivas de esa noche, pero al día siguiente reapareció sonriente y muy segura de sí misma, considerando los comentarios de su jefe como “horribles e indefendibles”, pero asegurando a la vez que el candidato había sido muy sincero al disculparse ante los estadounidenses.
De ahí que se insista en varios medios que esta sagaz mujer le dio una cara diferente al “machismo furioso” que hasta entonces se había nucleado alrededor de Donald Trump.
De trato amable Conway, una apasionada opositora al derecho al aborto, “esconde una determinación de acero”, según The Guardian, mientras se empeña con éxito en “convencer a las mujeres que políticos masculinos con visiones sociales conservadoras no son tan malos”.
Salida ella misma de una familia de padres divorciados, Conway dice haberse criado en un entorno donde las mujeres regían sus propios destinos, en un hogar marcado por imágenes del Papa y de La Ultima Cena, rezos antes de la comida y mucha fe en el trabajo.
“Crecí en una casa con mi mamá y mi abuela, además de las hermanas solteras de mi madre”, declaró. “Así que cuatro mujeres católicas italianas me criaron”.
Esto explica que en sus alocuciones ante las cámaras de la televisión del país no haya dejado de trabajar en un mensaje de fortaleza dirigido a las mujeres blancas de los suburbios y de las zonas rurales.
Fue sobre todo a estas, a las que convenció de incongruencias del discurso público de otra mujer, Hillary Clinton, para luego convencerlas de la importancia de votar por Donald Trump.
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